
Los avances tecnológicos se dan día a día. No hay mes en el que no se informe sobre alguna novedad, aunque sea pequeña, que prometa hacer la vida más fácil o más placentera. Música, imagen, dispositivos desde relojes que leen la frecuencia cardíaca, refrigeradoras que reportan vía internet lo que hace falta y almacenadores virtuales de información. Objetos que se vuelven cada vez más comunes en la vida cotidiana y de los cuales podríamos reflexionar sobre su utilidad real o virtual.
Pero...¿qué pasa con las personas adultas mayores? ¿Cómo viven la integración de todos estos aparatos en sus casas? Hijos, hijas, nietos y nietas que inundan con sus juguetes y dispositivos electrónicos la sala de la casa.
Pues según el informe Hacia la sociedad de la información y el conocimiento en Costa Rica 2010, la reducción de la brecha digital y el acceso a la tecnología en adultos mayores, está cargado de contradicciones, si bien es cierto se fomenta su familiarización con la tecnología, especialmente la computadora y los celulares, estos dispositivos no suelen tener características que les permitan ser funcionales para este sector de la población. Teclas pequeñas y un lenguaje visual novedoso generan una sensación de inseguridad al hacer usos de estos aparatos.
Cabría preguntarse si lo justo es "obligarlos" a adaptarse para que "se modernicen" o partir del principio de que los modos de uso de esta polación son distintos y sería ideal el diseño de instrumentos que les sean más familiares, que faciliten su uso y con una lógica más tradicional. ¿Qué opinan?
El ejemplo de las teclas pequeñas y una interfaz más amigable al adulto mayor me parece interesante, porque no pasa por algo que se le pueda exigir al Estado propiamente, sino a las empresas privadas. Ya el Estado supuestamente trata de garantizar ciertos derechos a este sector poblacional (Ley 7600: Igualdad de oportunidades para las personas con discapacidad y Ley 7935: Ley integral para la persona adulto mayor). O sea, el marco legal ya está establecido y desde ahí le pedimos cuentas al Estado y exigimos que se garantice la inclusión.
ResponderEliminarAhora, ¿cómo pedirle a Nokia, Apple, Sony, etc. que hagan dispositivos más familiares y accesibles para los adultos mayores? Va más allá de ir a reclamar a la Defensoría de los Habitantes, porque es un asunto internacional. Creo que se debe empezar por formular una propuesta, que debe venir ampliamente apoyada y ser exigida con vehemencia, para que los directivos allá en Finlandia o en Estados Unidos la tomen en cuenta. Tal vez me quedo corto en mi interpretación y hasta estoy siendo muy ingenuo en que las cosas se resolverían de manera tan sencilla, pero al menos me parece que por ahí debería empezar el cambio, haciendo evidente la molestia con la oferta actual y exigiendo otra propuesta. ¿Qué pensás Flor?
A criterio personal, considero interesante como gran cantidad de los mayores adictos que conozco a los celulares y, especialmente, a las redes sociales (léase Facebook)son personas entres los 40 y los 50 años, cuyos hijos son ya adultos jóvenes o en el fin de la adolescencia, por lo cual su experiencia de "nido vacío" está siendo llenada por la red social como sustituto del afecto.
ResponderEliminarAsí, los vemos como siguen a todos los conocidos de los conocidos (desconocidos incluidos), envían oraciones y pensamientos de Paulo Coelho con frecuencia impresionante y se posicionan ante la red como si realmente siempre hubieran vivido con ella.
De hecho, no hace mucho, aquí en la U, tuve que esperar unos 45 minutos a que la Jefa Administrativa de la unidad académica me atendiera para firmar mi nombramiento, so pretexto de que "estaba muy ocupada". No obstante, su monitor estaba vuelto hacia mí y por lo pequeña de la oficina, yo podía escuchar perfectamente como el "muy ocupada" se traducía en comentar (vía el teléfono institucional, nótese), las fotos de X fulano y lo bien que le han caído los años, entre risitas nerviosas y muchos "¿Se acordará de mí? "¿Me aceptará la invitación al perfil?"
Sin mayores comentarios, la cincuentañera estaba derretida ante la pantalla. El detalle es que la pantalla era institucional y las horas eran laborales.
Definitivamente, "pulgar abajo". "I dislike", señora, "I dislike". Aunque ni tenga derecho a usar esa expresión, por ser extranjera en tierras del Facebook.